“A lo lejos se intuyen”, ante el polvo levantado del
transitar de sus caballos -eso los anuncie mutuamente-,
entonces, ambos paisanos -u originarios
del mismo pago-, hacen un alto en el camino, y
tras saludo de por medio, noticias y comentarios
comienzan a fluir entre ellos.
La compra de la chacra La Elvira, despierta curiosidad
pues -los compradores- no son de la
zona. ¿Sabe en cuánto se la vendió? -me comentaron
alrededor de 27.500 pesos- “se trata de una
verdadera fortuna” -y se abre más posibilidad de
trabajo “del que ya hay”-, pero esta vez en siembra
o cuidado de animales.
“La Elvira es bastante grande, tendrá unas 25 a 35
hectáreas quizás, y me enteré que vienen forasteros
proveniente de la gran ciudad”, se despacha
uno.
“Bueno”, lo que se está poblando es ese lugar llamado
hace algunos años atrás como las “Dunas
de Juancho”, y por ello, van a tener que mejorar
el camino -por si se va a construir por allá - dice
el otro.
La charla es en la región de Madariaga cerca del
pueblo -cabecera del partido- creado apenas algunas
décadas atrás, sin embargo, ¡desarrolla un
incipiente crecimiento industrial!, por contar
con fábrica de hielo -necesario para el transporte
del pescado desde la Laguna La Salada hacia Mar
del Plata-, y de quesos, cremerías, y por supuesto, “todo lo que tiene que ver con las tareas pecuarias”.
Si bien la producción agropecuaria, tiene un crecimiento
en la producción agrícola cerealera -decaerá-
ante el devenir de una ganadería intensa.
Pero Madariaga, ¿fue un pueblo nacido sobre
tierras arrebatadas?, la historia oficial sustentada
-en la legalidad de ese tiempo-, nos dice “que no”
pero el preceder que las habitaba -el aborigen-,
¡nos dice que sí!.
Distancia, pampa y horizonte, espacio del indio
cuando aún, no existía Monsalvo ni lindaba con
Montes Grandes o el partido del Tuyú, y lejano
el devenir -del presente pueblo-, cercano “al natural
espacio de la laguna de Juancho”, entonces,
-paraje, estancia y después, estación Divisadero-.
Y con el reemplazo de nombres, también ¡el destierro!
de una antropología por otra.
“La victoria del Remington” determina un repartijo
y plasma la nueva región -favorecedora de
inmensas estancias- “más grandes que los mismos
pueblos”, por nacer de aquellas. Tal como
sucedió con parte del campo “El Tala” del hijo
del General Madariaga que fue rematado -e hizo
posible la ampliación del naciente poblado-.
Pero ajenos a toda mirada retrospectiva -ambos
paisanos-, charlen animadamente. “Debo ir a
Juancho Viejo y me viene una curiosidad”, ¿cuál?,
¿sabe usted porque le llaman Juancho a ese lugar?
, sé lo que se dice del pago, ¿y qué se dice?.
“Pues Juancho fue el nombre de un negro” dado
a la bebida, medio matón y cuchillero y muere
en su ley “acuchillado” -su cuerpo desaparece en
la laguna de referencia-, por eso se le comienza
a decir “Laguna de Juancho” y pertenecía a los
Montes Grandes, tierra de gauchos.
¡Ahhhh!, entonces, de Laguna de Juancho se pasa
a Juancho Viejo, ¿es así?.
Así es paisano.
“Pero la historia no termina ahí”, sino que continua
y se dice -que por ese lugar- se encuentra el
“Cementerio de los Indios”, contagiados con tifus
y que a su vez, contagiaron a varios gauchos, bueno,
¡todos fueron allí son enterrados!, lugar poco
frecuentado por los hombres de aquella zona, por
haber visto varias veces “Luz Mala”, rondando.
“Mire compadre”, se dicen tantas cosas, ¡como
esa del tesoro escondido en el paraje llamado Los
Talas! -junto a una laguna-, con joyas, platería, y
al momento de enterrarlo, se cuelga “en el tala”,
un rosario como indicador del tesoro pero ¿sabe?
¡nunca fue descubierto!.
Como pidiendo “un alto en la charla”, el más viejo
saca una tabaquera de cuero donde guarda el
tabaco y arma un cigarrillo. La tabaquera tiene
cascara de papa -para mantener fresco el tabaco-,
y ya una vez hecho, le convida al otro -y ambosse
ponen a fumar en silencio oteando el horizonte,
después, cada uno seguirá por sus distintos caminos.
En los años cuarenta -Madariaga- consiste en un
pueblo habitado por una cantidad que no sobrepasa
los cinco mil habitantes e Isidro, es uno de
ellos. Hombre noble, pacífico, alto y corpulento,
usa bigote tupido, de pocas palabras pero atento,
al escuchar y observar -es uno de los pocos en el
pueblo que sabe algo de construcción y ahora-,
esta sin trabajo.
Esa tarde- camino a su casa-, juega con una idea
- irse del pago a la zona costera de Lavalle-, donde
se comenta “que se esta construyendo”. Sobre
esa labor, ¡él les lleva ventaja a muchos otros madariaguenses!
porque ellos, “casi no saben nada
de construcción” por trabajar como peones en
el campo “cuidar animales, en los sembradíos
de papas o fábricas de la época” y por eso - muy
contados saber de construcción-.
Pero “lo mismo que le permite aventajar a sus
compadres” -también le provoca carencia por
desconocer todo acerca de la labor del campo-,
pues “no sabía nada del quehacer rural”, no estaba
al corriente sobre ese tipo de tarea. Su suerte
cambia el día cuando “un hombre al que desconoce”
- uno de los nuevos en Madariaga-, le
pregunta “si se anima ir a trabajar a Villa Silvio
Gesell en la construcción”, allí tendrá trabajo
ininterrumpido porque se está haciendo un balneario
y trabajo ¡no le va a faltar!.
Isidro no lo piensa mucho, donde le ofrecen tra
bajo -ahí se debe ir-.
“El camino abierto hacia la costa” -es un decir-,
porque no mitiga en nada -los vaivenes- que los
viajantes en el viejo camión sufren, pues pozos,
charcos y pastizales en la arena, ¡y vérselas también
con los moquitos de la zona!.
Son unos casi cuarenta a cincuenta kilómetros
de Madariaga, “y pasar por el paraje de Juancho”,
lugar agradable rodeado por un pequeño bosque
de casuarinas, araucarias, acacias, ombúes y talas
centenarios -alrededor del pequeño complejo de
casas- y último reducto construido ¡por el páramo
del camino hacia la costa!.
Llegados al lugar, “Isidro no puede creer lo que
mira” - arena, más arena, dunas y más dunas-,
con árboles no muy crecidos -el sol, el viento y la
sal marina- “curtirán como nadie” a esas pieles y
a esos espíritus recién llegados. El obrador donde
se alojan -no es grande- y por eso se agolpan
unos con otros, una cocina a leña de hierro fundido
-da mayor presencia de solidez- al resto de
la construcción.
Pero ¿y en donde estaban?, en un lugar llamado
barrio Norte y todos con la misma tarea ¡la de
construir casas!.
Pasan los días y semanas, “unos y otros ganando
confianza”. Las charlas versan acerca del clima, las
dificultadas del trabajo y acerca de otros hoteles
a construit en el lugar -pero decir hotel “inmediatamente lleva a la simple pregunta” ¿un hotel
aquí, y para quién?.
Sin embargo, ya existen hoteles y hospedajes llamados
-Gaviota, Parque y Playa-.
-Se socializa alrededor del fogón armado por las
noches-, así, comentarios, dichos, risas y anécdotas
son -junto con el rondar del mate- la actividad
que los aglutina.
¿Y cómo se inicia este construir por aquí?, -pregunta
Isidro a un veterano y avezado en la historia
del lugar-. “En el verano del 40 llegan a Parque
Idaho algunos hombres” -mandados por amigos
de Buenos Aires- ¡y quedar hechizados con el lugar!,
y ese fue el inicio del presente construir, “el
hechizo”.
La palabra “hechizo”, colabore cuan “especie de
leña” a alimentar más -el sentido del fogón- y su
firme tradición campera, pues lo escuchado en
viejos años, en otros pagos y ajenos escenarios,
“se hacen historias y cuentos”. - Tal como la del
Chato Gómez-, y prestarse a oír leyendas como
“la algarabía de la Salamanca” o “el manifestar de
la Luz Mala”, haber escuchado por las noches “el
lejano rugir del Lobizón”, o del “andar solitario de
la Llorona”, cuentos y relatos deambulando por
ahí ¡en espera a ser narrados! en especial “por las
noches”.
Pero ¡lo fantasmal y espectral siempre están presentes!
-y allende a ello-, no importa que se crea
que son “una maraña de tradiciones”, quizás ¡mitad hechos y mitad fantasías!, pero se adueñen
del decir de los hombres -como presencia real-,
y exceda “al decir en el fogón”, que lo hace real.
Así, -”el hechizo” dicho por el lugar-, tal inocente
decir, podría ser el umbral al devenir tácito de lo
sombrío y fantasmagórico.
Si la noche depara “el fogón” , lo que depara ¡el
día!, es la rutina instalada -en Isidro y sus compañeros-,
¡construir, comer y seguir construyendo!
Tareas pesadas como hacer pastón “la mezcla de
cemento, arenas y agua a pura pala” -es una labor
que demuela-, como también ¡cargar el carro que
trae arena de la playa!, por suerte, la arena estar
cerca pero no le va a la zaga -el esfuerzo por acarrearla-.
Barrio Norte es estratégico en Villa Silvio Gesell,
se construye más, y a veces -por las inclemencias
climáticas-, pues los materiales vienen de Madariaga,
se interrumpa el trabajo.
Momentos donde el descanso y ocio se hace en la
mayoría de los hombres- Isidro aprovecha para
caminar y observar-. Le llama la atención la prefabricada
enclavada en el médano -a la que le dicen
La Golondrina-, cerca de la casa del dueño
de todas estas tierras.
El que adosa “poco a poco” maquinarias, materiales
y hacer -un pequeño almacén-, e ir agregando
otras cosas, como un surtidor de nafta “a
palanca”, armar un pequeño taller mecánico para
guardar maquinarias viales “adquiridas para acondicionar las calles”.