“Aucá regresa a la toldería”, lo hace como semilla
de - nuevo chamán- y acompañe el destino de
su pueblo, ¡con un nacer y un morir! acontecidoen
él -en ese periodo de distancia, aprendizaje
y soledad-. Mientras, el blanco acecha y se acerca
cada vez más, ¡maneja armas a las que no se les
puede enfrentar! - matan de lejos-. y ellos, con
los mismos instrumentos de guerra, boleadoras
y lanzas. La tribu entera corre peligro de ser atrapada
-y allí, vendidos- las mujeres esclavizadas,
maltratadas y denigradas, pero la tribu -resista-.
Mueven sus tolderías según el movimiento delblanco
¡y no les dan un lugar fijo nunca!, no confiarán
jamás en el blanco, él rompió el pacto con
el lonko Pincén.
Enclavado en los Montes de Potrillo Oscuro -los
campos del gran lonko en Malal-Có-, y laguna
situada en la inmensidad de los “bosques de caldén”,
atraviesa tal zona la tribu de Aucá, constituida
por una montonera de -indios, criollos,
mestizos y refugiados-, y alejarse del avance del
blanco, pero lo saben, ¡no podrían resistir pormucho
tiempo!. En 1878 y antes de la “conquista
del desierto” -en esos campos de Malal-Có ocupados
por Pincén-, fueron invadidos por el
Ejército y tomaron prisioneros a sus principales
líderes y entre ellos -al cacique -, y su comunidad
“ser destruida y dispersada”.
A la terrible experiencia vivida por Pincén, no
tarde en seguir el mismo destino -la tribu de
Aucá-, y prisioneros del blanco, “serán enviados
a la gran ciudad, vendidos o ponerlos al servicio
de alguna familia adinerada de la capital”. Un penoso
viaje les espera pues sed, hambre y penas
-junto a la tristeza del alma presente en los ojos-,
la virtual muerte que experimenta el ave encerrada
o del puma en el zoológico, es experiencia
alienante por perder su tierra.
Junto a su animal espiritual, Aucá, está en el toldo-
celda, mientras -escucha el sollozo de las mujeres
de la tribu-.
Fueron derrotados no solo -por la fuerza militar
del blanco-, sino por la enfermedad -de la viruela-,
hizo que muchos se fueran y así, debilitar “a
la tribu de guerreros”, irse a otros asentamientos
más lejanos y con menos cantidad de personas
-hacerlos más vulnerables-. Así, la paz rota por el
blanco fue aprovechada ¡por unos y otros!, desgastado
el poder del cacique ante “el aspirar” de
algunos capitanejos -por ser caciques también-,
mientras, muchos de aquellos que abandonaron
el territorio, ¡pasaron a ser amigos del blanco!.
El “blanco” junto a los dueños de la grandes estancias
cercanas a la ciudad de Buenos Aires,
ocupan progresivamente los campos de ganado
salvaje del cual los indígenas se abastecen, tierra
a la que el “machi Nahuel” no abandona - y jamás
encontrado en su ruca pero ¡si sus cosas!-.Son trebejos y remedios de todo tipo, -amuletos, uñas
arrancadas a vivos, sesos de lechuzas preservados,
dientes de víbora-, y todo bien guardado en
saquitos de cuero, ¡destruirlos y burlarse de ello!
“La chusma”, son apodados aquellos que ¡no son
guerreros!, como las mujeres, ancianos y niños
-un decir despectivo-, la tribu es una comunidad
mestiza bajo “la ley de las tolderías pampeanas”,
con hombres y mujeres ¡siendo indios o no! comparten
la misma travesía por las zonas de Monsalvo
y padecer el augurio civilatorio: primero,
con los fortines, después, ser pueblos y por último,
¡partidos! y toda la tribu “devenir desechos”.
“Debes ocultar lo que eres”, le dijo Nahuel a
Aucá, debes ocultar tu poder, te presentaras ante
el blanco siempre de una forma pero ¡jamás les
muestres lo que eres de alma! -ni lo que somos,
fuimos y seremos-. El blanco viene a separarnos
a hacernos débiles, se apropia de lo que cree que
es suyo, la tierra, solo eso tiene, ¡tierra!, pero
nunca a lo otro, la vida en la tierra, ¡azuza a tu
animal!
“Por las zonas de los Montes Grandes en Monsalvo”
-se dice que por ahí está pegado el mar y un
lugar que hermanos llaman del Tuyu-, ve por ahí,
afíncate ahí, has tu ruca ahí, ¡se sanador!, muéstrate
así al hombre blanco porque no llegaras a
la gran ciudad, ¡si te agarran debes liberarte! y
jamás olvides a lo que esta detrás de todo, pídele
a la mapu.
Quizás por la corta edad Aucá “no estaba muy
vigilado”, obediente para todo jamás hizo ningún
gesto de rebeldía ni de enfrentamiento, con el
transcurrir de la travesía se va ganando la confianza
de ser un “indio dócil o cobarde”. Ya no
está en ninguna jaula -y no muy atentos a él-.
“La pampa, y su desolación en los pajonales y entre
ellos”, numerosas lagunas, la ruta que recorren
son apenas rastrilladas perdiéndose entre la hierba,
los talas dificultan la marcha, del ganado cimarrón
atrapado del cual -todos se alimentan-,
se acampa cuando cae el sol, al otro día ¡la jornada
continua! -en dirección a un pueblo del viejo
partido del Chapaleofú-. Pero en Aucá, un nombre
suena con insistencia ¡y es el de los Montes
Grandes de Monsalvo o del Tuyu!
Planifica su escape, lo hará cuando sorprenda
la noche y se detenga la marcha “en la cercanía
alguna laguna con altos pastizales” -dificultaran
su búsqueda-, bien lejos de todo límites ¡de zanjas
y de cercos!, porque la marcha esta alejada de
puestos o fortines. Esperara “bien entrada la noche”
y cuando se levante cierta niebla -que dificulta
mirar bien-, ¡ahí, lo hara! Mientras, forme
parte del paisaje algún caballo cimarrón de pelaje
tordillo o grisáceo -son bravos y fieros-, “aventurándose
a la nada” en su escape del indio y del
blanco.
Llega la noche, finge que duerme -en el improvisado
toldo-celda-, piensa las muchas posibilidades, mientras, “soldados de guardia hacen la
pertinente ronda a la zona de los prisioneros”
-escucha los pasos que se detienen-, para seguir
y perderse, algunos sonidos de chajás o zorros esporádicamente
se escuchan.
“Toda noche en la que no se duerme” ¡siempre es
larga! Espera pacientemente que los pasos dejen
de hacer el recorrido familiar.
¡Esa será la señal! y salir arrastrándose lo mismo
que gato montés y perderse entre los juncos de
la zona, de pronto, ¡no los escucha más!, no puede
creerlo, pero - no hay pasos-, se arrincona en
contra del suelo y sale deslizándose con el mayor
sigilo y silencio posible.
No se escucha nada, no hay luna, solo el “cric,
cric” de los grillos, se aleja, dos, diez, veinte metros
y cuando cree que lo consigue, “se topa con
el guardia que venía de hacer sus necesidades”
pues ¡no se durmio!
Quizás Aucá es víctima de su propia desesperación
por apresurarse, pero ahí, frente a frente,
“los dos se quedan sorprendidos por verse”, porque
-ver lo que no se espera-, ¡siempre paraliza
un poco!, momentos en que el soldado se le tira
encima para atraparlo -pero él lo esquiva- pues es
mucho más ágil y elude el topetazo que el soldado
le hace, mientras le grita ¡parate carajo, parate!
Corre con todas sus fuerzas hacia los bañados, “y
vaya a saber porqué”, se tira al suelo por instinto -
y eso le salva la vida-, el disparo pasa por encima de su cabeza ¡alertando a todo el campamento!.
No se detiene, está de suerte, la niebla esta espesa
y desplegada por toda la zona “y sin perros que
lo puedan olfatear” -se introduce en el bañado y
los juntos-, son su salvación, ¡pero desconoce su
extensión!, se queda quieto e inmóvil, se acurruca
como los perros -cuando tienen frio- y así se
queda.
-Pasan los minutos, los momentos, las horas o lo
que fuera-, y Aucá continua acurrucado, “los gritos
de los soldados se escuchan lejos”, y pasados
los momento de tensión y revuelo, algunos soldados
¡comienzan a desistir!, -no quieren mojar
se y soportar el frio de la mojadura-, pero alguien
esta empecinado en encontrarlo, “es el guardia a
quien se le escapo”, un veterano soldado que no
permitirá “ser burlado” por un indio joven. Deja
su rifle porque le molesta, “se saca la chaqueta
mojada que le hace peso y le quita agilidad”, y con
facón en mano se interna en el bañado -haciendo
el menor ruido posible- y una vez allí, quedarse
quieto porque si el indio esta se moverá, entonces,
¡lo podra escuchar y seguir!
Cuando ya no hay sonido -Aucá decide salir-, lo
hace lento pero por desconocerlo todo de la zona,
va en dirección a un grupo de aves que allí anidan
y “las alborota” . Salen gritando, chillando, ¡de
inmediato sabe que eso lo delata!, si el bañado
es grande, la distancia entre él y los soldados, de
mantenerse -lo salve-.
Sin ningún tipo de resguardo apura la marcha
-por momentos- se detiene a escuchar -si hay
sonido de soldados- ,pero no, no hay sonido alguno,
esta jadeando, ¡el bañado cansa, el miedo
cansa, la magra alimentación cansa!, y se desploma
casi entre los pajonales, sin fuerzas.
Un estado de somnolencia lo atrapa pero entre
la bruma “puede ver al soldado que se le acerca
con ojos embravecidos” -lo mira con furia- y con
facón en mano ¡amenazante se acerca!, entonces,
una garra sale de la nada y le corta el rostro al
soldado -este grita-, pero su grito no es de dolor
porque se trata de ¡un grito de miedo!.
Tira al aire un par de estocadas con el facón, solo
abre surcos entre la niebla del bañado, entonces,
¡se da vuelta y huye despavorido!.
Aucá contempla todo eso como si fuera un sueño,
como siendo parte y no siendo parte del mismo.
¿Qué te paso Lisandro?, le pregunta el cabo cuando
llega al vivac, “mandinga me atacó”, dijo, eso
te pasa por no llevar cruz Lisandro, risueñamente
expresa el otro ¿y cómo era, lo pudiste ver bien?,
pregunta con ironía.
Esta oscuro ahí y hay niebla solo que....y se queda
en duda, piensa, ¡que Lisandro, que!, insiste el
otro .......”que pareció salir del indio”, dice.
¡Bebiste ginebra durante la guardia!, ¿qué estás
diciendo?, esas son brujerías que dicen los indios
para asustarnos Lisandro.
¿Pero la herida en mi cara?
¡Seguro que te caíste sobre una cortadera! y eso
fue todo, nos hiciste despertar al disparar tu
arma, mojarnos la mayoría y chapotear entre
esos bañados que parecen no terminar.
¡Zenón!, toma el lugar de Lisandro y cuida bien
a esa chusma y vos Lisandro, anda a dormir, ordena
la voz.
La somnolencia lo termina por arrebatar.
El canto de las aves del amanecer -lo despiertanporque
a pesar del frío, pudo dormir, lentamente
levanta la cabeza y agudiza su oído para todo tipo
de sonido -en especial-, si se trata de cualquier
chapuceo, pero no, no hay nada de eso, “tuvo
suerte”. El bañado termina a unos ¡doscientos
metros! y si lo hubieran seguido, seguro que lo
atrapan -el sol comienza a levantarse al este-, hacia
allí se dirige, siempre al este, ¡siempre al poniente!.
Debe atrapar a algún cimarrón -visto en días anteriores-
para poder andar mejor y sin sobresaltos,
pues ¡qué cosas le pueda deparar lo desconocido
del campo!, además, logre altura subirse a
su lomo y bombear el horizonte. Camina durante
horas, de vez en cuando voltea para atrás pero no
-no lo sigue nadie-.
Si, Aucá ha escapado nomás, y escucha el relincho
y lo puede mirar -sigue de suerte-, un salvaje
caballo a unos cien metros de él, sus largas crines
muestren fiereza pero en ningún momento -el
animal-, tiene miedo a la presencia del indio. Se acerca al cimarrón -pero no se apura-, la ansiedad
sufrida con las vizcachas tiempo atrás y con
el soldado en la noche anterior, ¡le han dejado su
enseñanza!
“Se queda quieto, no avanza”, solo se muestra,
le habla buscando que se familiarice con su voz,
¡prestar atención a la reacción del animal!, pues
de sentir miedo, ¡correrá! o amenazado, ¡ataque!
Acerca su mano y el animal no tiene reacción
para huir, frota el cuello del caballo para trasmitirle
tranquilidad, así. esta por una tiempo
-mientras le habla-. El caballo lleva su hocico a
la mano de Aucá, y este, deja que lo huela para
-que se acostumbre a su olor-, mientras, recuerda
el decir de sus mayores -acerca de las orejas del
caballo-, “si apuntan hacia atrás o giran rápidamente”,
es signo de molestia e incomodidad, pero
si tiene las orejas abiertas hacia adelante, entones,
el animal “no se siente presionado”.
“Busca congraciarse”, Aucá se mantiene cerca -le
habla, lo acaricia, acerca su torso al lomo-, entonces,
intenta una especie de salto sobre el lomo -el
caballo se alerta-, pero después, se calma, entonces,
sabe que puede montarlo. Agarra sus crines
y pega un salto sobre el lomo -se aprieta sobre su
cuello y no hace nada más-, y se queda así sobre
el lomo, entonces, ¡como asegurando el entender
del animal!, lo azuza para que corra -y así lo hace-
.
Aucá ha logrado tener su caballo.
Y es como tener un amigo que le permite recorrer entre seis a diez leguas por día y acercarlo
a la zona del Tuyu, amigo al que deberá -cuidar,
alimentar-, allí entiende que los caballos y las armas
“son la fuerza del poder del soldado blanco”,
y recuerda también acerca del prestigio y la fortuna
de los conas (guerrero y cuidador) por ocuparse
personalmente en el adiestramiento y el
cuidado de los nobles animales, si, Aucá no tiene
un animal ¡sino un amigo en forma de animal!.