Juan Oviedo

Escritor Invitado
en La Web Cultural

"Walichú, tierra maldita" 
Capítulo 6

Ilustración: Ismael Dajczak

“Aucá regresa a la toldería”, lo hace como semilla de - nuevo chamán- y acompañe el destino de su pueblo, ¡con un nacer y un morir! acontecidoen él -en ese periodo de distancia, aprendizaje y soledad-. Mientras, el blanco acecha y se acerca cada vez más, ¡maneja armas a las que no se les puede enfrentar! - matan de lejos-. y ellos, con los mismos instrumentos de guerra, boleadoras y lanzas. La tribu entera corre peligro de ser atrapada -y allí, vendidos- las mujeres esclavizadas, maltratadas y denigradas, pero la tribu -resista-. Mueven sus tolderías según el movimiento delblanco ¡y no les dan un lugar fijo nunca!, no confiarán jamás en el blanco, él rompió el pacto con el lonko Pincén. 
Enclavado en los Montes de Potrillo Oscuro -los campos del gran lonko en Malal-Có-, y laguna situada en la inmensidad de los “bosques de caldén”, atraviesa tal zona la tribu de Aucá, constituida por una montonera de -indios, criollos, mestizos y refugiados-, y alejarse del avance del blanco, pero lo saben, ¡no podrían resistir pormucho tiempo!. En 1878 y antes de la “conquista del desierto” -en esos campos de Malal-Có ocupados por Pincén-, fueron invadidos por el Ejército y tomaron prisioneros a sus principales líderes y entre ellos -al cacique -, y su comunidad “ser destruida y dispersada”. 

A la terrible experiencia vivida por Pincén, no tarde en seguir el mismo destino -la tribu de Aucá-, y prisioneros del blanco, “serán enviados a la gran ciudad, vendidos o ponerlos al servicio de alguna familia adinerada de la capital”. Un penoso viaje les espera pues sed, hambre y penas -junto a la tristeza del alma presente en los ojos-, la virtual muerte que experimenta el ave encerrada o del puma en el zoológico, es experiencia alienante por perder su tierra. Junto a su animal espiritual, Aucá, está en el toldo- celda, mientras -escucha el sollozo de las mujeres de la tribu-. 
Fueron derrotados no solo -por la fuerza militar del blanco-, sino por la enfermedad -de la viruela-, hizo que muchos se fueran y así, debilitar “a la tribu de guerreros”, irse a otros asentamientos más lejanos y con menos cantidad de personas -hacerlos más vulnerables-. Así, la paz rota por el blanco fue aprovechada ¡por unos y otros!, desgastado el poder del cacique ante “el aspirar” de algunos capitanejos -por ser caciques también-, mientras, muchos de aquellos que abandonaron el territorio, ¡pasaron a ser amigos del blanco!. 
El “blanco” junto a los dueños de la grandes estancias cercanas a la ciudad de Buenos Aires, ocupan progresivamente los campos de ganado salvaje del cual los indígenas se abastecen, tierra a la que el “machi Nahuel” no abandona - y jamás encontrado en su ruca pero ¡si sus cosas!-.Son trebejos y remedios de todo tipo, -amuletos, uñas arrancadas a vivos, sesos de lechuzas preservados, dientes de víbora-, y todo bien guardado en saquitos de cuero, ¡destruirlos y burlarse de ello! “La chusma”, son apodados aquellos que ¡no son guerreros!, como las mujeres, ancianos y niños -un decir despectivo-, la tribu es una comunidad mestiza bajo “la ley de las tolderías pampeanas”, con hombres y mujeres ¡siendo indios o no! comparten la misma travesía por las zonas de Monsalvo y padecer el augurio civilatorio: primero, con los fortines, después, ser pueblos y por último, ¡partidos! y toda la tribu “devenir desechos”. 
“Debes ocultar lo que eres”, le dijo Nahuel a Aucá, debes ocultar tu poder, te presentaras ante el blanco siempre de una forma pero ¡jamás les muestres lo que eres de alma! -ni lo que somos, fuimos y seremos-. El blanco viene a separarnos a hacernos débiles, se apropia de lo que cree que es suyo, la tierra, solo eso tiene, ¡tierra!, pero nunca a lo otro, la vida en la tierra, ¡azuza a tu animal! 
“Por las zonas de los Montes Grandes en Monsalvo” -se dice que por ahí está pegado el mar y un lugar que hermanos llaman del Tuyu-, ve por ahí, afíncate ahí, has tu ruca ahí, ¡se sanador!, muéstrate así al hombre blanco porque no llegaras a la gran ciudad, ¡si te agarran debes liberarte! y jamás olvides a lo que esta detrás de todo, pídele a la mapu. 
Quizás por la corta edad Aucá “no estaba muy vigilado”, obediente para todo jamás hizo ningún gesto de rebeldía ni de enfrentamiento, con el transcurrir de la travesía se va ganando la confianza de ser un “indio dócil o cobarde”. Ya no está en ninguna jaula -y no muy atentos a él-. 
“La pampa, y su desolación en los pajonales y entre ellos”, numerosas lagunas, la ruta que recorren son apenas rastrilladas perdiéndose entre la hierba, los talas dificultan la marcha, del ganado cimarrón atrapado del cual -todos se alimentan-, se acampa cuando cae el sol, al otro día ¡la jornada continua! -en dirección a un pueblo del viejo partido del Chapaleofú-. Pero en Aucá, un nombre suena con insistencia ¡y es el de los Montes Grandes de Monsalvo o del Tuyu! 
Planifica su escape, lo hará cuando sorprenda la noche y se detenga la marcha “en la cercanía alguna laguna con altos pastizales” -dificultaran su búsqueda-, bien lejos de todo límites ¡de zanjas y de cercos!, porque la marcha esta alejada de puestos o fortines. Esperara “bien entrada la noche” y cuando se levante cierta niebla -que dificulta mirar bien-, ¡ahí, lo hara! Mientras, forme parte del paisaje algún caballo cimarrón de pelaje tordillo o grisáceo -son bravos y fieros-, “aventurándose a la nada” en su escape del indio y del blanco. 
Llega la noche, finge que duerme -en el improvisado toldo-celda-, piensa las muchas posibilidades, mientras, “soldados de guardia hacen la pertinente ronda a la zona de los prisioneros” -escucha los pasos que se detienen-, para seguir y perderse, algunos sonidos de chajás o zorros esporádicamente se escuchan. 
“Toda noche en la que no se duerme” ¡siempre es larga! Espera pacientemente que los pasos dejen de hacer el recorrido familiar. 
¡Esa será la señal! y salir arrastrándose lo mismo que gato montés y perderse entre los juncos de la zona, de pronto, ¡no los escucha más!, no puede creerlo, pero - no hay pasos-, se arrincona en contra del suelo y sale deslizándose con el mayor sigilo y silencio posible. 

No se escucha nada, no hay luna, solo el “cric, cric” de los grillos, se aleja, dos, diez, veinte metros y cuando cree que lo consigue, “se topa con el guardia que venía de hacer sus necesidades” pues ¡no se durmio! 
Quizás Aucá es víctima de su propia desesperación por apresurarse, pero ahí, frente a frente, “los dos se quedan sorprendidos por verse”, porque -ver lo que no se espera-, ¡siempre paraliza un poco!, momentos en que el soldado se le tira encima para atraparlo -pero él lo esquiva- pues es mucho más ágil y elude el topetazo que el soldado le hace, mientras le grita ¡parate carajo, parate! Corre con todas sus fuerzas hacia los bañados, “y vaya a saber porqué”, se tira al suelo por instinto - y eso le salva la vida-, el disparo pasa por encima de su cabeza ¡alertando a todo el campamento!. 
No se detiene, está de suerte, la niebla esta espesa y desplegada por toda la zona “y sin perros que lo puedan olfatear” -se introduce en el bañado y los juntos-, son su salvación, ¡pero desconoce su extensión!, se queda quieto e inmóvil, se acurruca como los perros -cuando tienen frio- y así se queda. 
-Pasan los minutos, los momentos, las horas o lo que fuera-, y Aucá continua acurrucado, “los gritos de los soldados se escuchan lejos”, y pasados los momento de tensión y revuelo, algunos soldados ¡comienzan a desistir!, -no quieren mojar se y soportar el frio de la mojadura-, pero alguien esta empecinado en encontrarlo, “es el guardia a quien se le escapo”, un veterano soldado que no permitirá “ser burlado” por un indio joven. Deja su rifle porque le molesta, “se saca la chaqueta mojada que le hace peso y le quita agilidad”, y con facón en mano se interna en el bañado -haciendo el menor ruido posible- y una vez allí, quedarse quieto porque si el indio esta se moverá, entonces, ¡lo podra escuchar y seguir! 
Cuando ya no hay sonido -Aucá decide salir-, lo hace lento pero por desconocerlo todo de la zona, va en dirección a un grupo de aves que allí anidan y “las alborota” . Salen gritando, chillando, ¡de inmediato sabe que eso lo delata!, si el bañado es grande, la distancia entre él y los soldados, de mantenerse -lo salve-. 
Sin ningún tipo de resguardo apura la marcha -por momentos- se detiene a escuchar -si hay sonido de soldados- ,pero no, no hay sonido alguno, esta jadeando, ¡el bañado cansa, el miedo cansa, la magra alimentación cansa!, y se desploma casi entre los pajonales, sin fuerzas. 
Un estado de somnolencia lo atrapa pero entre la bruma “puede ver al soldado que se le acerca con ojos embravecidos” -lo mira con furia- y con facón en mano ¡amenazante se acerca!, entonces, una garra sale de la nada y le corta el rostro al soldado -este grita-, pero su grito no es de dolor porque se trata de ¡un grito de miedo!. 
Tira al aire un par de estocadas con el facón, solo abre surcos entre la niebla del bañado, entonces, ¡se da vuelta y huye despavorido!. 
Aucá contempla todo eso como si fuera un sueño, como siendo parte y no siendo parte del mismo. ¿Qué te paso Lisandro?, le pregunta el cabo cuando llega al vivac, “mandinga me atacó”, dijo, eso te pasa por no llevar cruz Lisandro, risueñamente expresa el otro ¿y cómo era, lo pudiste ver bien?, pregunta con ironía. 
Esta oscuro ahí y hay niebla solo que....y se queda en duda, piensa, ¡que Lisandro, que!, insiste el otro .......”que pareció salir del indio”, dice. ¡Bebiste ginebra durante la guardia!, ¿qué estás diciendo?, esas son brujerías que dicen los indios para asustarnos Lisandro. 
¿Pero la herida en mi cara? 
¡Seguro que te caíste sobre una cortadera! y eso fue todo, nos hiciste despertar al disparar tu arma, mojarnos la mayoría y chapotear entre esos bañados que parecen no terminar. 
¡Zenón!, toma el lugar de Lisandro y cuida bien a esa chusma y vos Lisandro, anda a dormir, ordena la voz. 
La somnolencia lo termina por arrebatar. 
El canto de las aves del amanecer -lo despiertanporque a pesar del frío, pudo dormir, lentamente levanta la cabeza y agudiza su oído para todo tipo de sonido -en especial-, si se trata de cualquier chapuceo, pero no, no hay nada de eso, “tuvo suerte”. El bañado termina a unos ¡doscientos metros! y si lo hubieran seguido, seguro que lo atrapan -el sol comienza a levantarse al este-, hacia allí se dirige, siempre al este, ¡siempre al poniente!. 
Debe atrapar a algún cimarrón -visto en días anteriores- para poder andar mejor y sin sobresaltos, pues ¡qué cosas le pueda deparar lo desconocido del campo!, además, logre altura subirse a su lomo y bombear el horizonte. Camina durante horas, de vez en cuando voltea para atrás pero no -no lo sigue nadie-. 
Si, Aucá ha escapado nomás, y escucha el relincho y lo puede mirar -sigue de suerte-, un salvaje caballo a unos cien metros de él, sus largas crines muestren fiereza pero en ningún momento -el animal-, tiene miedo a la presencia del indio. Se acerca al cimarrón -pero no se apura-, la ansiedad sufrida con las vizcachas tiempo atrás y con el soldado en la noche anterior, ¡le han dejado su enseñanza! 
“Se queda quieto, no avanza”, solo se muestra, le habla buscando que se familiarice con su voz, ¡prestar atención a la reacción del animal!, pues de sentir miedo, ¡correrá! o amenazado, ¡ataque! Acerca su mano y el animal no tiene reacción para huir, frota el cuello del caballo para trasmitirle tranquilidad, así. esta por una tiempo -mientras le habla-. El caballo lleva su hocico a la mano de Aucá, y este, deja que lo huela para -que se acostumbre a su olor-, mientras, recuerda el decir de sus mayores -acerca de las orejas del caballo-, “si apuntan hacia atrás o giran rápidamente”, es signo de molestia e incomodidad, pero si tiene las orejas abiertas hacia adelante, entones, el animal “no se siente presionado”. 
“Busca congraciarse”, Aucá se mantiene cerca -le habla, lo acaricia, acerca su torso al lomo-, entonces, intenta una especie de salto sobre el lomo -el caballo se alerta-, pero después, se calma, entonces, sabe que puede montarlo. Agarra sus crines y pega un salto sobre el lomo -se aprieta sobre su cuello y no hace nada más-, y se queda así sobre el lomo, entonces, ¡como asegurando el entender del animal!, lo azuza para que corra -y así lo hace- . 
Aucá ha logrado tener su caballo. 
Y es como tener un amigo que le permite recorrer entre seis a diez leguas por día y acercarlo a la zona del Tuyu, amigo al que deberá -cuidar, alimentar-, allí entiende que los caballos y las armas “son la fuerza del poder del soldado blanco”, y recuerda también acerca del prestigio y la fortuna de los conas (guerrero y cuidador) por ocuparse personalmente en el adiestramiento y el cuidado de los nobles animales, si, Aucá no tiene un animal ¡sino un amigo en forma de animal!.

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